27 de septiembre de 2011

FUKUSHIMA MON AMOUR

Pedro Ruiz contemplaba la tormenta a través de la ventanilla de su avión. Los relámpagos y las turbulencias habían logrado arrebatarle la poca serenidad que le quedaba. Calculó que todavía le quedaban unas diez horas de viaje hasta Tokio y le entraron sudores fríos. Como no quería armar un escándalo y quedar mal ante el resto de pasajeros decidió coger su libro y disponerse a leer. Cuando digo su libro era algo más o menos literal. El presentador practicaba desde hace tiempo una curiosa modalidad de  bookcrossing que consistía en pergeñar portadas falsas para clásicos de la literatura y del pensamiento universal. Compraba varios ejemplares, les diseñaba una portada (de un modo bastante chapucero, por cierto) nueva con su fotografía y su nombre impresos y los repartía por todo el mundo. En este caso llevaba cuarenta ejemplares de Los hermanos Karamázov, de Fiódor Dostoievski, que habían pasado a llamarse ¡Joder con los rusos! Debajo del título aparecía la típica fotografía de Pedro Ruiz con una expresión de Pedro Ruiz. Es decir, la fotografía era tal que así:





Decidió ponerse a leer para tratar de obviar el miedo que lo estaba acosando. Cuando más maravillado estaba de la profundidad psicológica que había impreso a sus personajes, se quedó dormido. 

Despertó justo a tiempo de ver como una extraña criatura se arrastraba de un modo horrendo  sobre el ala del avión y se encaminaba hacia su ventanilla. Tenía cuerpo de león, mocasines y  la cabeza de Carlos Solchaga. Pedro miró a su alrededor y trató de avisar a los japoneses que le rodeaban. Ninguno le hacía caso: en ese momento cantaban a coro de un modo estruendoso a la lima y al limón, el gran éxito de Concha Piquer. Pedro gritó y gritó hasta que consiguió abrir los ojos y emergió de su pesadilla. Pestañeó frenéticamente. Un orondo niño nipón le miraba divertido. Le señalaba con un dedo gordezuelo y su familia, que se sentaba al lado, reía a carcajadas. Entre ellos comentaban algo que doblaremos del siguiente modo:

-Parece ser que en España los monos titi viajan en avión -dijo la respetable abuela.

-¡Ja, Ja, creía que no había nada más divertido que un mono vestido de botones. Pues sí, sí lo hay! -intervino el abuelo.

-¡No me reía tanto desde que me puse en la cabeza aquellos calzoncillos en los que se cagó  Haruki Murakami !-terció el padre del niño. Se hizo un silencio. El humor del padre no era muy bien recibido. Incluso entre los nipones. 

El antiguo presentador no estaba preparado para asumir que se estaban mofando de él, así que volvió a mirar por la ventanilla e intentó recomponerse. Por fin, las horas fueron pasando y Pedro llegó a su destino. En el aeropuerto de Tokio cogió un taxi y le dio al conductor las señas del hotel. Cuando llegó a su habitación eran alrededor de las doce del mediodía. Se dio un baño, se puso un albornoz rojo con un retrato de Poli Diaz bordado en la espalda y cayó como un tronco sobre la cama de agua.



Despertó a la mañana siguiente completamente renovado. Sentía unas irrefrenables ganas de conocer el país, de ser un viajero, no un simple turista. "Soy una mezcla de Hemingway y Miguel Mihura", se dijo. Bajó al restaurante en busca del bufé del desayuno y allí, sorpresa, se encontró con su apreciado amigo Fernando Sánchez Dragó, otro irreverente como él, otro librepensador, otra alma libre. El escritor se sentaba solo en una mesa y trataba de engullir un trozo de sashimi con una mano mientras con la otra sostenía su voluminosa lectura: "Anus Horribilis o el ojete preternatural: la presencia de lo gay en el terror gótico, románico y visigodo", un sesudo ensayo de Pedro Zerolo. El presentador se acercó y saludó a Fernando abiertamente, con ancha sonrisa simiesca:


-¡Hombre, Fernando! ¡Qué sorpresa y qué alegría encontrarte aquí!


Dragó le reconoció rápidamente. Sonrió, puso el trozo de Sashimi entre las páginas del libro, lo colocó a un lado de la mesa y le observó por encima de sus gafas, como suele hacer el escritor. Transcurrieron unos eternos treinta segundos hasta que dijo:


-Te preguntarás, dilecto Pedro, por qué acabo de utilizar una loncha de salmón crudo como punto de lectura. Es natural, hum. Acabo de dejar el libro hecho una mierda, pensarás. Es natural, como digo, que lo pienses. Pues bien, Pedro, lo he hecho porque el conocimiento me importa una mierda. Leer libros no sirve de nada, el conocimiento es basura. Esta mañana, sin ir más lejos, me he limpiado el culo con meditación sobre la técnica, de nuestro amado Ortega.


Se hizo un incómodo silencio que parecía que tenía que ser llenado por Pedro. No dijo nada. Al poco rato Fernando dijo:


-Sé a lo que vienes, Pedro. Sé mejor que tú qué has venido a buscar a Japón. Has venido a abandonar el ego, a alcanzar el satori. Yo lo he conseguido y soy feliz. Ya no temo. Ya no busco. Pedro, necesitas un bodhi. 


-Hombre, Fernando, yo no sé si un body me va mucho. Yo soy más de leather en general y máscara con bola de billar en la boca.


-Je, je, je, qué ignaro eres, Pedro. Me refiero a que necesitas a alguien que te guíe en tu liberación. Alguien que se sacrifique para mostrarte el camino, y ese soy yo. 


-Bueno, si tú lo dices... -repuso Pedro con una tímida sonrisa, llena de resignación.


-Venga, vamos a ponernos en marcha: te voy a llevar a una playa que te va a encantar. Solo allí podrás liberarte del ego. Aunque no lo parezca, yo lo he conseguido. La playa forma parte de un resort para místicos llamado Fukushima D'or. Te gustará, ya lo verás. 


Salieron del hotel y pararon un taxi que los condujo hasta el resort. Pedrito quedó impactado: no tenía nada que ver con uno de esos sitios llenos de turistas rojos como carabineros, montando broncas puestos hasta arriba de alcohol...No era eso, no. En la playa no había nadie excepto lo que parecían cuatro mendigos desnudos jugando a palas y un japonés corriendo por la playa junto a un perro labrador. A éste se refirió Dragó del siguiente modo:


-No te acerques a ese cabrón. Es Haruki Murakami, el escritor. Como le des algo de conversación no te suelta en todo el día. Además, le canta el pozo a jengibre. Para mí que es un poco floro.






-Ah, bueno, de acuerdo -Pedro no prestaba prácticamente atención a los consejos del escritor. Estaba demasiado anonadado para ello. 


-Ahora ponte esta camiseta -le ordenó Fernando-. En color rojo te sentará bien.


Pedro la cogió, le dio la vuelta y se encontró con una terrible imagen:


-¡Puag! ¡Pero si es Pilar Bardem en pelotas! ¡Y con Wasabi en los pezones! ¡No quiero ponerme esto! -Parecía que Pedrete iba a vomitar de un momento a otro.


-No comprendes nada porque estás dominado por tu ego. Si logras ponerte una camiseta de esa bruja en pelotas sin que te den náuseas es que estás empezando a abandonar la megalomanía, ¿you know?


-Joder, todo sea por la sabiduría... -se puso la camiseta a regañadientes.


-Ahora tumbémonos aquí, cerca de la orilla...


Dragó tumbóse y Pedro lo imitó. El escritor (o sea, el primer escritor) sacó una pequeña bolsa de color verde y extrajo de ella una petaca y un pastillero.


-¿Qué es esto que has sacado? -Inquirió Pedro, lleno de desconfianza. 


-Tranquilo, hombre. Mira, en este pastillero tan bonito que compré en Popland tengo unos cartoncicos de LSD. Vamos a tomarnos uno cada uno para ayudar al ego a desdoblarse. Por otro lado, tengo aquí unas pildoritas maravillosas cuyo compuesto principal es el polvo del testículo molido de un enano balinés. En la petaca tengo algo más prosaico: whisky DYC para que baje bien la cosa.


-Joder, Fernando, yo casi que me quedo con mi egolatría... 


-Anda, anda, no seas orate y dale, dale. -Fernando le apremió y consiguió que Pedro recibiera la extraña comunión. A continuación, el orientalista e incansable viajero hizo lo propio. Permanecieron estirados un buen rato sobre la arena hasta que ambos sintieron que algo se desgajaba de su ser. Levantaron la vista y vieron cómo sus egos se dirigían a jugar a un extremo de la orilla. Sus egos ahora no eran grandes: parecían una réplica en pequeño de ellos mismos. Se habían galindizado, si vale el neologismo. Los dos intelectuales sonreían embobados mientras contemplaban como los pequeñuelos jugaban, reían, construían un castillo de arena...era enternecedor. Pronto se escuchó un sollozo: el ego de Fernando había pegado al pobre ego de Pedrito con una pala en la cabeza y éste lloraba ahora sin medida.








(Léanse los siguientes dialogos gritando mucho -mentalmente- y, a ser posible, con un efecto reverberante).




-¡¡¡YO introduje el orientalismo en España!!! -exclamó el ego de Fernando, que al decir esto, aumentó ligeramente de tamaño.


-Snif. Cabronazo, ¡¡¡Yo inventé la moviola!!! -Pedro también creció, aunque seguía llorando de rabia.


-¡¡¡Me he follado a muchas mujeres bellas!!! Qué coño, ¡¡¡Me he follado a LA BELLEZA!!!


-¡¡¡Inma del Moral me la chupaba mientras yo atacaba al poder!!!


-¡¡¡Toda mi vida he sido un libertario!!!


-¡¡¡Nadie ha imitado a Felipe González como yo!!!


-¡¡¡He escrito Gárgoris y Hábidis, obra de referencia para comprender España!!!


Mientras esto sucedía sus egos se habían hecho enormes y proyectaban una alargada sombra sobre la playa. Los mendigos se habían asustado y huyeron precipitadamente. Murakami no se enteraba de nada porque iba escuchando a John Coltrane a todo trapo. Los cuerpos de Fernando y Pedrito se agitaban violentamente en la arena: hacía tiempo que habían perdido el control de sus egos y de sus habitáculos. 






-¡¡¡La noche abierta fue un programa de referencia en las facultades de periodismo, sin ser nada yo de eso!!!


-¡¡¡Puedo echar siete polvos sin eyacular!!! ¡¡¡Después canalizo esa embolia seminal en la pura creatividad y en una prosa barroquizante!!!


-¡¡¡Qué buena estás, Carolina!!! ¡¡¡Ana Obregón, Elsa Anka, El libro gordo de Pedrete!!!


-¡¡¡Fui a la boda de la hija de Aznar porque él me lo imploró!!! ¡¡¡Siempre he sido libre pero leal!!!


Así continuaron durante varios minutos hasta que, claro está, llegaron a las manos. Bueno, en este caso se podría decir que llegaron a las garras, porque los egos se habían transformado en Dragodzilla y King Kong (un King Kong particular, claro, porque era un mono titi gigante, no un gorila). En la terrible pelea los cuerpos cayeron al océano y allí empezaron a zurrarse a muerte. La fuerza con que lo hicieron agitó el agua de tal manera que provocó un terrible tsunami. Los cuerpos de Fernando y Pedro desaparecieron engullidos por la voracidad del agua. Haruki Murakami y su perro Gatsby fueron empujados por la salvaje corriente hasta quedar incrustados contra la fachada del Tokio Hotel. Las olas arrasaron con todo el resort hasta que llegaron a la central nuclear de Fukushima. Lo que sucedió después es, por desgracia, conocido por todos. 



10 de septiembre de 2011

LA PIEL QUE EVITO

Ramoncín (ahora Ramón Márquez) aceleraba su moto de gran cilindrada por las calles del antiguo Madrid glorioso. Estaba exultante: había sacado un disco y renacido de sus cenizas. Venía de conceder varias entrevistas en unas pocas horas para radios y canales de televisión. Había regalado a sus seguidores jugosas anécdotas, como aquella vez en que colaboró activamente a la expropiación de tierras de varias tribus mapuches. Entre risas explicó a la locutora que logró ganarse la confianza de todos ellos hasta que un buen día, en mitad de un rito funerario, descubrió que el sumo sacerdote estaba cantando una extraña versión de Anduriña, de Juan Pardo. Sin pagar, claro. El rey del pollo frito desplegó un operativo de urgencia y, como los mapuches no tenían dinero, familias enteras quedaron condenadas a errar por inhóspitos parajes. También regaló a la prensa titulares como éste: "soy la perfecta síntesis entre Quevedo y Joe Strummer" O este otro: "los hombres con una polla como la mía deberían pagar cánon".



Como decíamos, Ramoncín conducía su moto a gran velocidad por las calles de la capital.  Se dirigía hacia Rockola. Cuando llegó a la puerta descubrió, lleno de consternación, que estaba cerrado. Ramón Márquez confundía a menudo el pasado, presente y futuro: sobre todo cuando le invadía el entusiasmo. Pronto se animó y decidió ir a dar una vuelta por El Retiro,  para recordar épicas noches de sexo dentro de la casa de fieras. Dio con una puerta que estaba abierta, algo bastante extraño en la madrugada de un miércoles. Decidió entrar con la moto y dar una vuelta por el parque, acelerando, sintiendo la libertad en cada poro de su piel. Lo que no esperaba era que una furgoneta comenzase a seguirlo. Ramón se inquietó y aumentó la velocidad. La furgoneta hizo lo mismo. Así pasaron cinco minutos y, al final, Ramoncín se vio acorralado contra una chopera. 

-¿Qué es lo que quieres? ¿Quién coño eres? -Inquirió el superviviente de La movida. 

Un silencio terrible fue la única respuesta. Pasaron unos angustiosos minutos hasta que una siniestra figura descendió, envuelta en sombras, de la furgoneta negra. Apuntó a Ramoncín con una linterna que casi le deja ciego. La siniestra figura se acercó hasta quedar a un metro de Ramón. ¡¡¡Dios mío!!! ¡¡¡Pero si era Felipe González, ex-presidente del gobierno y gran estadista!!! Al cantante le cambió el rostro y sonrió abiertamente. Había sido muy amigo de Felipe. 

-Qué cagón eres, Ramón. Llevo siguiéndote desde que te he visto en la calle del Rockola. Ahora llevas un rato huyendo de mí... Cualquiera diría que tienes enemigos -Dijo el ex-presidente con una gélida sonrisa. 

-Qué alegría encontrarlo, presidente. Qué va, no tengo enemigos: precisamente ahora lo estoy partiendo. Siento que todos me aman. Voy en el buen camino, ¿sabe? -Repuso Ramoncín, algo nervioso. Le parecía algo extraña la expresión del presidente. También le inquietó un poco que su acento andaluz hubiese desaparecido para dar paso a un extraño deje canario.

-Bueno, Ramón, ¿te vienes a la bodeguiya a tomar unos vinos y a echar unos billares? -Va a estar José Luis Coll. Ya sabes que con él nos partimos el ojete -Dijo Felipe con  tono incitante y misterioso. 

Ramoncín se dejó seducir por la idea, así que aparcó la moto en una de las puertas del parque y se fue con el enigmático líder mundial en su furgoneta. Pasaron cinco minutos y al cantante se le ocurrió preguntar: "Oiga, ¿pero usted todavía tiene acceso a la bodeguiya? Ahora en La Moncloa hay otro tío, ¿sabe?". La única respuesta que recibió fue un puñetazo que lo dejó inconsciente.






Despertó en una cama de quirófano. No era consciente del tiempo que había pasado acostado allí. Una sensación algodonosa en todo su cuerpo se mezclaba con la vaga conciencia de una ausencia importante: le faltaba algo, pero no sabía qué. Aquello que siempre le había hecho sentirse tan bien ya no estaba. Cuando recobró plenamente la conciencia descubrió que estaba en una habitación blanca, aséptica, con las paredes llenas de fotografías de Samuel Beckett y Mari Trini. Iba a gritar cuando, súbitamente, apareció el líder socialista. 


-Pre...presidente. ¿Qué hago aquí? -Inquirió lleno de desasosiego. 


-Mírame a los ojos, Ramón. ¿Realmente crees que soy Felipe González? ¿Aún no te has dado cuenta de que llevo una careta de los chinos? -el misterioso personaje rió levemente. 


-Pues...ahora que lo dice, sí. Entonces...¿Quién es usted? ¿Qué me ha hecho? Siento como si...como si me faltara el Eros, el élan vital.


En ese momento el extraño personaje se arrancó la máscara y un rostro grotesco emergió tras la ilusión felipista. Ramoncín intentó gritar pero no pudo. Al cabo de unos segundos consiguió hablar. Las palabras se habían amontonado en su garganta y ahora salían a borbotones:


-Pe..pe...¡¡¡pero si eres Teddy, Teddy Bautista!!! Dios mío, qué...¿Qué hago aquí? ¿Qué quieres de mí? 


-Tranquilo, Ramón, solo he querido ayudarte a cambiar. A veces uno cree que ha cambiado pero en realidad es una ilusión: algo parecido al Felipe González que has conocido. -El presidente de la SGAE sonrió con una siniestra expresión torcida que permitió ver su colmillo. Su aspecto era horrible: llevaba unas gafas como las de Fernando Savater y su pelo gris, muy largo, se amontonaba a los dos lados de la cabeza como nubes preñadas de tormenta.






-¿Has...hecho algo conmigo? ¿Transgénesis, quizá?


-No, hombre, no soy tan retorcido... ¿Recuerdas Viridiana, de Buñuel


-La recuerdo poco porque cuando la fui a ver me había fumado unas platitas con un chapero idéntico a Rimbaud, pero a mí el cine de Buñuel pues como que...


-¡¡¡Cállate, pedazo de mierda!!! -Le interrumpió el chiflado doctor, fuera de sus casillas-. ¿Y Furtivos, de Borau?


-Esa sí que no...


-Bueno, da igual. Anda, mira hacia el techo... -Ramón no había mirado hacia allí en todo ese rato, concentrado como estaba en la ominosa figura de Teddy. Obedeció y pudo ver en un enorme espejo lo que se suponía que era él. Pero no, no lo era: el reflejo que le devolvía era el de una mujer desnuda, avejentada y con el cuerpo surcado por profundas arrugas. Sus pechos eran prácticamente inexistentes y allí donde había habitado la virilidad del cantante no quedaba nada, excepto una fea vulva sin pelo y un smiley dibujado en el monte de Venus . No le costó reconocer quién era:


-¡¡¡Cabrón!!! ¿¿¿Qué me has hecho??? ¡¡¡Pero si soy Lola Gaos!!!


El presidente de la SGAE soltó una carcajada que helaría la sangre de cualquiera. Fue hacia donde estaba Ramoncín y acercó su rostro al de él. Sonrió de ese modo torcido suyo y le susurró:


-No te quejes, anda, que tampoco estás tan mal. 


-¿Por qué me has hecho esto? ¡Nunca te juzgué! -Ramón/Lola temblaba y parecía estar a punto de llorar.


-Ya...si de hecho te portaste bien, Ramón, pero como buena rata que eres abandonaste el barco demasiado pronto. España entera piensa que eres gilipollas pero a ti no han tenido que juzgarte...además, qué coño, lo hago también por tu versión de Nirvana, que era para mandarte a la silla eléctrica, por lo menos. 


-¡Joder, Teddy, que acababa de sacar nuevo disco! -Ahora sí que Ramoncín había cedido a las lágrimas-. ¿No me podías haber dejado como Elena Anaya?


-Sí, hombre, para que te hinches a follar. Te vas a quedar así, con el cuerpo de una mujer que fue una gran actriz. 


-¡Pero si parezco un Bonobo! ¡Mi vida ha terminado!


-No seas melodramático, Ramón...bueno, ya va siendo hora de que te vayas, que esta noche pincho en el ocho y medio.


-¿Pero me vas a dejar así? ¿Perdido en el campo? -Ramón/Lola Gaos se había incorporado en la cama después de que Teddy Bautista le soltase las correas.


-Qué perdido en el campo ni qué...estás en la sede de la Sociedad, hombre. Ahí tienes el metro de Alonso Martínez. Venga, vete ya, que me quiero meter algo de popper.


-¿No tienes algo de ropa? ¡No puedo salir a la calle así, en pelotas! -al cantante le temblaban las mandíbulas, presa de la rabia. Su nuevo rostro estaba inundado por las lágrimas.


-Déjame pensar...ropa no tengo pero sí que te puedo dar un disfraz de tigre que es la risa. Lo compré en unos chinos, junto con la careta de Felipe González. Anda, póntelo, que seguro que te sienta bien. -El mad doctor soltó una carcajada que ahora no daba ningún miedo, ya que cualquiera se hubiese reído de Ramoncín en esa situación. 






Lola Gaos salió a la calle. El disfraz de tigre dejaba sus nalgas al aire. Ni siquiera era carnaval, con lo que todos los que se cruzaban con ella, con el antiguo rey del pollo frito, le señalaban y se reían de forma salvaje. Ramoncín se sentó en el banco de una plaza: aulló, lloró, gritó y su queja fue acallada por el silencio de Dios. Lo cierto es que fue silenciada por el certero porrazo en la cabeza que le propinó un policía. A continuación lo introdujeron en un coche con la intención de llevarlo a comisaría. El policía que había pegado a la nueva Lola Gaos sonreía al que estaba al volante. "Por cosas como ésta me hice policía", pensaron los dos a la vez.

30 de agosto de 2011

DIOSES DE TERCIOPELO

Shakira agarraba el volante de su coche con firmeza mientras la carretera a Montserrat se desplegaba ante sus ojos. Gerard Piqué tenía vacaciones y ella había logrado convencerlo para visitar uno de los lugares de la tierra donde más se concentraba la catalanidad: Montserrat. Tenía también muchas ganas de ver a la virgen de Montserrat, La Moreneta. Le gustaban las vírgenes exóticas y la negritud de La Moreneta la hacía casi tan apasionante como La Sicaria, una virgen cocalera y guerrillera que ella adoraba desde que tenía uso de razón. 

Era feliz. El día de septiembre que habían elegido para viajar era radiante y además estaba con su amor. ¿Qué más podía pedir? Para amenizar el viaje, Piqué decidió llevarse una sopa de letras con la que llevaba unas semanas atascado. Shakira le observó un instante con arrobo. El futbolista no se dio cuenta, ya que estaba concentrado tratando de descifrar el siguiente código:

XZVRDFPELOTAHVXYDM

Cuando Shakira volvió a mirar hacia la carretera una extraña neblina comenzó a formarse ante sus ojos. Durante cinco minutos no pudo ver nada más que una sólida y asfixiante grisura a su alrededor. Se sentía muy inquieta pero tuvo miedo de molestar a Gerard: sabía por experiencia propia que se enfadaba mucho cuando le interrumpían en sus procesos mentales. Por fortuna, la niebla terminó por disiparse y pronto se encontraron ante la puerta de una cueva. Le extrañó mucho el hallarse allí, ya que creía que se dirigían hacia el monasterio. "En fin- pensó- más intrincada es la jungla colombiana".

-Ya llegamos, my sweetheart - informó la cantante con alegría-. 

Piqué sonrió de forma deslumbrante aunque pronto su expresión se agrió. 

-Cariño, bullate mío, creo que prefiero jugar a encontrar las siete diferencias -expresó el futbolista con tono apesadumbrado-. 

-Claro, mi maní, laissez faire, laissez passer. No fuerces las cosas: es un consejo que me dio de chiquita Gabriel García Márquez .-Shakira siempre estaba dispuesta a aportar sosiego.

-Gracias, amor, pero es que nunca me he fiado de los consejos de un árbitro. Lo siento- repuso el defensa frunciendo el ceño. 




Shakira puso los ojos en blanco y apretó los dientes. En ese momento le pareció estar recordando con añoranza la tortuosa relación que mantuvo con El mono Jojoy, el malogrado líder de las FARC. Meneó la cabeza para apartar esa idea de sí. Apagó el motor y descendieron del coche. Gerard decidió entrar en la cueva y Shakira le siguió, desechando la idea de cualquier posible precaución. 

La cueva olía mucho a humedad y estaba llena de estalactitas. En una pared podían verse unas letras grandes pintadas con color rojo. Parecían haber sido escritas hace mucho tiempo. El trazo irregular indicaba que habían sido pintadas con pulso tembloroso. Las letras componían la siguiente oración:

AQUÍ ESTUVO JOSÉ LUIS LÓPEZ ARANGUREN. SE FUMÓ UNOS PORROS Y LEYÓ A SANTO TOMÁS. VIVA MI POLLA.


Pronto oyeron un ruido que parecía provenir del final de la cueva. Se acercaron con algo de temor y se dieron de bruces con María Antonia Iglesias.

-¡¡Osti, el amo del calabozo!! -exclamó Piqué. 

María Antonia curvó la boca hasta que compuso una expresión de asco. A través de sus dientes de barracuda se limitó a mascullar:

-Subnormal.

Shakira terció -como siempre pacificadora- y le dijo a María Antonia que no querían molestar:  su intención era ir al monasterio para ver a La Moreneta, la niebla había aparecido en la carretera y no sabían bien cómo habían terminado allí. Mientras la cantante se excusaba observaba fascinada la figura de la tertuliana: se había teñido el pelo de color púrpura y vestía una túnica de terciopelo rojo. 

-No molestáis, hijos de puta -interrumpió María Antonia, impaciente.- Todo tiene un sentido. Lo primero que tengo que deciros es que soy María Antonia Iglesias. Solo respondo ante Felipe González y ante Dios. No me toquéis mucho la figa y seguidme. 

Obedecieron y la siguieron hasta el final de la cueva. Allí estaba La Moreneta, nimbada por lo que parecía ser un halo mágico. En realidad era un neón que María Antonia había robado en un pub de Salou. Si no, no se veía una mierda, aclararía más tarde. Lo cierto es que era un poco extraño ver a la patrona de Cataluña bajo las palabras LA FIESTA. Pronto se acostumbrarían a ello.

-A ver, os explico -Prosiguió María antonia tras un carraspeo-. No me entretengáis mucho que hoy tengo programa: me toca hablar de un transexual que ha abortado en Campo de Criptana. Como me jodáis mis colaboraciones os parto el alma. Bueno, que me pierdo: soy la sacerdotisa arcana de Montserrat y custodio a La Moreneta desde que se destaparon los GAL. El ídolo que podéis ver en el monasterio es una copia. Ésta, que es la original, se la llevaron de allí . ¿Por qué? Os preguntaréis. Porque la imagen que yo custodio habla y expresa sentencias. Un día la escuchó un monje benedictino, se acojonó y se la llevaron aquí. Y a mí me sacaron de TVE para estar con ella. 

-Qué miedo -dijo Shakira con la intención de quitar tensión al momento. También lo dijo porque le daba algo de repelús, la verdad. 

-De miedo nada -repuso la sacerdotisa-. Si ésta es una cachonda. -Al decir esto le propinó una colleja a la virgen que la hizo tambalearse levemente. Por unos segundos, Shakira temió que  cayese al suelo. Piqué no se enteró porque estaba lamiendo un carámbano-. Lo que pasa es que los benedictinos son unos cagaos. A mí, como comprenderéis, me da igual: mientras me paguen... Eso sí, ni color comparados con los dominicos. Ésos sí que tienen sangre en las venas. No como éstos, que lo que tienen es horchata...


Shakira rió de un modo excesivamente frenético, sin duda para aliviarse de la tensión acumulada y expresó: "Ya me extrañaba a mí que La Moreneta fuese malvada. Pero si es la p atrona de Cataluña, la terra que tan bé m'ha acollit". Tras este cumplido a ningún destinatario en particular, la colombiana sonrió al vacío, todo dientes. Lo había ensayado muchas veces frente al espejo y ahora le salía en los momentos más insospechados. 


María Antonia tosió un par de veces y dijo: "Venga, qué queréis preguntarle a la Virgen, que el tiempo vuela". 


-Sí, sí, sí, yo, yo, yo quiero -dijo Shakira-. Quería saber si voy a encontrar pronto a Dios. No sé, necesito respuestas: ¿por qué permite que existan las FARC? ¿Qué me llevó a cantar a dúo con Miguel Bosé?


Se hizo un largo silencio. Fueron unos segundos pero parecían condensar la eternidad. Bruscamente, la virgen abrió los ojos y la boca pareció desencajársele de un modo grotesco. Tras otros segundos, al fin, La Moreneta habló:


-A Dios lo vais a encontrar fuera de la cueva, por las FARC ahora mismo no me viene nada y respecto a lo de Miguel  Bosé... No te entiendo, hija, si vas bien de dinero, vives desahogadamente. No le encuentro ninguna explicación, la verdad. 


-Gracias, gracias, virgencita mía, buscaré a Dios, claro que sí. -La cantante estaba visiblemente emocionada-. Si quiere una ofrenda de cocaína, pues creo que aquí traigo unas puntitas...


-¡Qué cocaína ni qué niño muerto! -Respondió indignada la patrona de Cataluña-. ¿Quién te has creído que soy? ¿Kate Moss?


-Perdón, perdón, mi virgencita, es que en mi país le hacía esas ofrendas a mi virgen, La Sicaria, y como la figura de la virgen no deja de ser un arquetipo universal...


-Calla y no la cabrees -terció sabiamente María Antonia. Señaló con la cabeza a Piqué mientras se arremangaba la túnica-. ¿El zángano éste no quiere preguntar nada?


Gerard la oyó. Dejo de lamer el carámbano, se incorporó con rapidez y, tras pensarlo durante unos segundos, soltó al vuelo la siguiente pregunta: "Sí, sí que voy a preguntar algo: las estalactitas...¿Son las que crecen hacia arriba o lo hacen hacia abajo?" Lo siguiente que pudieron recordar es a ellos dos huyendo de las patadas de la sacerdotisa y del atronador grito de la Virgen, que repetía sin cesar: "¡¡¡Sácalos de aquí, enana!!! ¡¡¡Que me conozco y estoy muy loca!!!






Caminaron unos quinientos metros y solo entonces comenzaron a calmarse. Decidieron descansar en unas rocas que daban a un pequeño arroyuelo. Poco duró la tranquilidad puesto que no habían pasado ni cinco minutos cuando vieron acercarse a un hombre totalmente desnudo, cuya luenga barba tapaba sus genitales. Su único atuendo era una gorra de The Wire. 


-¿Quién es usted? -Inquirió Shakira-. Espero que no sea usted un raper. 


El hombre se acercó a ellos sonriendo despreocupadamente y se colocó a un metro de los dos. El defensa y la cantante hacían lo posible por no mirar el pequeño hongo que asomaba en su bajo vientre, atrincherado tras una hirsuta barba gris. 


-Hola, chavales, encantado de saludaros. Soy J.J Benítez, autor de Caballo de Troya. Fui Best-Seller en España antes que nadie. Ahora vivo en Montserrat, en un OVNI que cayó hace unos años y que he convertido en una especie de autocaravana. Me alimento gracias a raíces, pajarillos y con unos dineros que me gano escribiendo las frases ingeniosas de James Mc Nulty, el policía de The Wire. Os hago un resumen de mi vida así de concentrado porque esto se alarga y leer en Internet cansa. 


-Muchas gracias por hacerlo todo tan fácil, señor Benítez. Yo le leí mucho en Colombia, cuando era pequeña: toda esa mierda de que Cristo podría haber sido un extraterrestre y tal... ja, ja, ja.  -Rió escandalosamente. Mientras tanto, Piqué intentaba capturar peces con la mano-. 


-Sí, bueno, eso y otras cosas. Gracias por acordarte. -Dijo el ufólogo y periodista con expresión asqueada-. Bueno, vamos a lo que vamos: seguidme, que vais a conocer a Dios. 


Sin vencer del todo su desconfianza, Shakira y Gerard siguieron a aquel eremita. J.J Benítez caminaba delante de ellos, guiándoles por la misteriosa montaña. Durante quince minutos vieron su culo blanco en el crepúsculo hasta que llegaron a un claro abierto en el que solo se escuchaba el ruido de los grillos. De pronto, llegó la noche como si hubiese sido empujada por un  ser superior y cayó a la tierra como un saco de cemento. 


-Mirad hacia el cielo. -Ordenó el periodista. 


Los dos obedecieron y pudieron ver como se iba gestando un fenómeno parecido al de la aurora boreal. Sin embargo, aquí la luz iba adquiriendo cada vez mayor consistencia. Al cabo de cinco minutos lo que fuera una pálida luz se había convertido en el radiante rostro de Demis Roussos, el cantante griego. 


-Pero, pero, pero...¿Demis Roussos es Dios? . -Preguntó Shakira al borde de la histeria. 


-Sí, hija, sí. Soy Dios y mi hijo es el cantante que tuvo tantos éxitos en España. Bueno, tuvo tres, pero todavía se canta el Trikitrikitriki, ya sabes: caló hondo.


-Pero ¿y Jesucristo?. -Inquirió Shakira, casi con agresividad. 


-Bah, ese era un falso mesías. Yo soy el Dios verdadero y mi hijo participa de mi sustancia -repuso Demis/Dios con despreocupación. 


-No puedo creer que usted sea el único Dios. -Shakira meneaba la cabeza de un modo frenético, como para deshacerse de lo que para ella era una pesadilla.


-Bueno, te voy a decir la verdad: yo soy el dios de los blancos. Barry White es el dios de los negros, pero es que estás en Montserrat, coño. 


En ese momento intervino J.J Benítez, que les dijo a los chicos: "no desperdiciéis esta oportunidad. Preguntadle a Dios algo que os ayude a vivir".


Shakira se liberó de todos los prejuicios y aceptó que Demis Roussos era el único Dios. Así pues, se decidió a preguntarle lo siguiente :


-Dios mío: dame alguna respuesta para seguir viviendo. Algo que justifique las FARC, mi duet con Miguel Bosé y el hecho de que tenga una relación con este mostrenco .-Piqué no se ofendió porque en ese momento se estaba probando la gorra de J.J Benítez.


-Alla voy -Exclamó Dios-. Solo puedo deciros que amar la vida es la mejor forma de soportarla. 


Durante unos segundos todos escucharon su propia respiración. Bueno, también escucharon la de Demis Roussos, que tenía algo de sinusitis. Shakira levantó el rostro hacía ÉL y dijo, con lágrimas en los ojos:


-Es realmente hermoso. ¿De Gabriel García Márquez, verdad?


-Sí, y de mi puta madre, también. ¡¡Es mío!! ¡¡Soy Dios, coño!! -parecía que la oronda divinidad iba a desatar su cólera de un modo terrible pero pronto se le pasó, por suerte para todos-. 


-¿Tenéis alguna pregunta más para nuestro señor? -intervino J.J Benítez con el ánimo de terminar lo antes posible con la tensa situación-. 


En ese momento Gerard le devolvió la gorra al antiguo ufólogo y, tras lamerse el bigote decidió preguntarle a Demis Roussos por las estalagmitas, que también le creaban dudas. No llegó a terminar la oración porque Shakira le miró con ojos de Gorgona. Piqué balbuceó, se tocó el flequillo con nerviosismo y bajó la vista, sumiéndose en un silencio que fue de agradecer, la verdad.


-Bueno, jóvenes, pues si no tenéis nada más que preguntar yo me largo ya, que estoy terminando un proyecto de terremoto en Turquía con el que se va a cagar la perra. ¡Hasta luego! 


-Adiós, Dios -respondió Shakira, sintiéndose algo redundante-. 


La cara de Demis Roussos fue desdibujándose hasta convertirse en una sombra blanquecina, parecida a nuestra Vía Láctea. J.J Benítez suspiró: su rostro era la imagen de la alegría. Les acompañó de vuelta al coche sin pasar por la cueva, lo cual agradecieron mucho, ya que les daba miedo que la guardiana de La moreneta pudiera propinarles otro puntapié. Cuando llegaron junto al coche, el ufólogo les dijo:


-Ha sido un placer conoceros, chicos. Espero que las enseñanzas de Demis os sirvan de brújula para la vida. Que seáis muy felices, Forever and ever y que todas vuestras mañanas sean Velvet Mornings.


-Lo mismo digo, J.J. Ha sido muy enriquecedor. Prometo leerme toda la saga de Caballo de Troya. Sin marihuana. -La colombiana sonrió de modo cautivador-.


Piqué no abrió la boca: el recuerdo de la mirada de su novia se lo impidió. J.J Benítez le dio un fuerte apretón de manos y con Shakira se abrazó más tiempo de lo que era prudencial. Subieron al coche y arrancaron. Se despidieron todos con la mano, desplegando unas sonrisas francas. Pronto vieron que el ufólogo desplegaba otra cosa a través de la grisácea barba. Pisaron el acelerador y volvieron a la carretera, ahora bañada por la luna. 


-Qué, amor, ¿qué tal tu encuentro con Dios? -preguntó Shakira con la mayor de las suspicacias-.


-Bien. -respondió Piqué- aunque me he quedado con ganas de que viese el futuro y me dijese si me iba a lesionar. 


Shakira no le miró. Permaneció atenta a la carretera mientras apretaba tanto los dientes que los hizo rechinar. Se acordó del Mono Jojoy y se sintió muy sola. Sintió una necesidad desesperada de volver a ver a Demis Roussos. 









 

26 de agosto de 2011

ON THE ROAD AGAIN

Slavoj Zizek despertó de madrugada con la boca llena de Snickers y un dolor lacerante en las rodillas causado por haber dormido en una jardinera. Acababa de tener una pesadilla. El día anterior había sido duro: había dado unas cuantas conferencias en varios institutos y universidades de Arkansas y aún le sobró tiempo para participar en un coloquio/vernissage en lo que había sido un burdel del Soho. Cuando llego a casa, ya de noche, solo tenía ganas de revisar la Fenomenología del espíritu, de Hegel y de comenzar la nueva novela de Nuria Roca. Cogió de la cocina una caja de Snickers y las dos obras con las que se disponía a disfrutar de una placentera noche de lectura. Entonces se le ocurrió que podía ser gratificante pasar la noche leyendo en la jardinera vacía de la terraza. Lo consulto con su súper-yo, este no se opuso y  Slavoj se introdujo en ella como pudo. Comenzó a leer con fruición ayudado por una linterna que desgarraba la oscuridad circundante. 

Debió de quedarse dormido muy pronto ya que, al despertar, no recordó haber leído casi nada del libro de Nuria Roca (y mira que le tenía ganas). Al principio, no supo dónde se encontraba. Lo único que veía a su alrededor era una densa oscuridad y alguna que otra mancha de color verde pálido. Encontró la linterna en la cumbre de su prominente tripa. Apuntó con ella a izquierda y derecha pero solo pudo ver geranios y cactos de Aloe Vera. Comenzó a calmarse y a recordar donde se hallaba cuando vio que sobre sus muslos el rostro de Georg Wilhelm Hegel yacía sepultado bajo una montaña de escombros de chocolatina. 

Zizek empezó a recordar con desasosiego la pavorosa pesadilla: el filósofo y psicoanalista lacaniano se hallaba perdido en la inmensidad de un desierto (podía ser el de Mojave o Los Monegros). A su alrededor solo podía divisarse una extensión inconmensurable de tierra yerma y muchos cactos. En la punta de cada uno de esos cactos crecían unos higos chumbos monstruosos que enseguida adquirieron el rostro de Vladimir Lenin. No hablaban. Se limitaban a abrir y cerrar los ojos de un modo alucinado, mientras reían levemente, con recato de damisela. Zizek estaba aterrorizado, no comprendía nada y le temblaba todo el cuerpo. Pasaron unos minutos dentro del sueño hasta que apareció en el cielo un cubo compuesto por un material fluctuante del color del mercurio. Aterrizó de un modo poco espectacular. Tras unos breves segundos se abrió una compuerta y una gran humareda se abrió paso desde la supuesta nave. Una vez disipada descendieron de ella el propio Hegel, Karl Marx, el propio Lenin y Jacques Lacan. Todos vestían de baturro excepto Lacan, que había decidido enfundarse dentro del uniforme del Sporting de Gijón.

El bueno de Slavoj no supo bien por qué, pero se puso de rodillas de un modo mecánico e inquirió con desesperación: "¿Dónde está el comunismo? ¿Qué es la realidad?" En realidad, lo que preguntó sonó de un modo parecido a esto: "¿Bueer is daa komiuniseem? ¿Buat is daa riality?". A lo que Lacan respondió: "Que nunca volverá, que nunca ha estado allí, que todas las promesas que hizo no eran de verdad". Marx y el resto respondieron lo mismo con voz campanuda, a lo orfeón donostiarra. 

Zizek regresó del sueño con la clarividente conciencia de que se le había brindado una señal, algo importante. Al principio pensó que las palabras recitadas por su panteón particular componían una frase de Adorno. Sin embargo, pronto recordó que años atrás había acudido a Mazarrón para ver por primera vez en directo a su banda favorita, El sueño de Morfeo. Allí fue donde se enamoró de su cantante, Raquel del Rosario, una lozana canaria. Ahora comenzaba a comprender: su propio sueño, El sueño de Morfeo, Lacan...Todo encajaba como un delirante y redentor puzzle. En ese momento, Slavoj Zizek decidió que dejaba para siempre la vida académica y los libros. Iba a ser el Road Manager de su grupo favorito. Le costase lo que le costase. 

Se puso su disfraz de Willie Nelson y recorrió kilómetros y kilómetros con su chopper hasta llegar a una casa enorme en Llanes, Asturias. Sabía que allí vivían los miembros del grupo. Habían montado una comuna de amor, sidra y gaitas. Bajó de su moto y divisó a Raquel en el jardín. Estaba preciosa y a Slavoj se le humedecieron los ojos y le tembló un poco la barbilla. ¿Pero qué era aquello que estaba con Raquel? ¿Qué clase de ente comía las fabes con almejas que Raquel le ponía en la boca con una cuchara? El ser estaba de espaldas pero desde donde Zizek se encontraba pudo ver que carecía por completo de cuello. Los dos reían a carcajadas. Raquel besó a la cosa sin cuello en la frente. Cuando se incorporaba su mirada se cruzó con la del filósofo. En ese momento se agrandaron sus ojos y se le cayó la cuchara de las manos. El humillado Zizek desvió la mirada y fue entonces cuando vio un coche de fórmula 1 aparcado en la acera. Algo iba mal. En ese momento pudo sentir que Jacques Lacan reía mucho. Una carcajada escalofriante que solo él escuchaba. Un sonido terrible que resquebrajaba el universo que, hasta entonces, Slavoj Zizek había amado.